y ¿De qué sirvió que Lázaro haya resucitado; si de todos modos tuvo qué morir algún día?
L a historia de Lázaro y muchas más historias de la Biblia solo son bonitos cuentos para niños.
Ahora, ni el papa cree en Dios.
He buscado a Dios toda mi vida, pero no lo encuentro por ninguna parte. El sonido no lo veo pero lo escucho; el perfume no lo veo pero lo huelo; el viento no lo veo pero lo escucho, lo siento y lo respiro; pero a Dios no lo veo, no lo escucho no lo huelo, no lo siento ni lo respiro.
El hombre vive en el mundo de la fantasía, le encanta engañarse a sí mismo. El hombre no concibe su existencia sin la existencia de un creador universal. La fantasía más grande del hombre se llama Dios. Dios existe sólo en la imaginación de la mente del hombre como un espejismo en el mundo de su propia fantasía. El hombre es adorador de nacimiento; siempre ha adorado a sus dioses, desde que vivía en cavernas.
Cada creyente vive su propia fantasía, tiene a su propio Dios y cree que su dios es el verdadero y que todos los demás dioses y las otras religiones son falsos. Hay miles de religiones en el mundo, pero ninguna es verdadera, porque todas son producto de la fantasía.
La Biblia es más humana que divina. La Biblia es un producto de la fantasía de la mente del hombre. La Biblia está cargada con historias increíbles que más bien pareciera ser un cuento para niños, donde el hombre trata de explicarse a sí mismo, el origen y la razón de su propia existencia en el mundo, creando y adorando a un dios a su imagen y semejanza; sádico y vengativo. Jehová es el dios de los hebreos, sin más poder que el poder del dinero. Comercian con el diezmo que pagan muy gustosos los incautos, creyendo que irán al cielo a vivir eternamente en el reino de su dios imaginario.
Desde hace más de 2,000 años, la Iglesia siempre ha sido un gran negocio, que enriquece sólo a los líderes religiosos. La historia de Jesús es, solamente, otro bonito cuento para niños, inventado por la iglesia para hacer negocio y enriquecerse más cada día con las limosnas. Igual es un cuento inventado la aparición de la virgen de Guadalupe para aumentar las ganancias. Hoy, los pastores y sacerdotes son vendedores de ilusiones; lavan el cerebro a los creyentes en cada misa, transportándolos al mundo de la fantasía para que se emocionen y suelten gustosos los billetes hasta por $500 pesos, cuando les pasan la canasta recogiendo las limosnas, como si con eso estuvieran comprando su entrada al cielo.
Los creyentes no se dan cuenta de que su Dios no existe; sus líderes religiosos los tienen embobados con tantas promesas de vida eterna en el cielo. Los creyentes no viven en el mundo real; viven endiosados en el mundo de su propia fantasía. Los creyentes están enfermos de Dios; ya no tienen voluntad propia para pensar, no razonan; solo se dejan llevar por los pastores de la iglesia como mansos corderos.
La vida existe en la tierra, tal vez, por un accidente cósmico y no porque alguien nos haya creado ni haya creado el universo. El universo existe porque sí y nadie sabe porqué existe. Nadie ha visto a Dios. Dios existe sólo en la imaginación de la mente de los creyentes como un espejismo en el mundo de su propia fantasía. La creencia en Dios se ha convertido en una costumbre, una tradición, un folklore que se festeja de mil maneras en todo el mundo y se hereda de padres a hijos desde hace miles de años.
He ahí la prueba de que la costumbre se convierte en una ley y la costumbre obliga a los creyentes a adorar a su Dios, aunque su Dios no exista. Y los creyentes continuarán existiendo en el mundo, sumergidos en el espejismo de su propia fantasía, creyendo que irán al cielo a vivir eternamente en el reino de su Dios imaginario.
